domingo, 13 de junio de 2010

Violencia y género: el dolor que nunca cesa

Violencia y género: el dolor que nunca cesa
José Luís Barreiro
La Voz de Galicia
Jueves 10 de junio de 2010


A Bibiana Aído no le queda más remedio que insistir en que tenemos la mejor ley integral contra la violencia machista, y que cualquier rectificación en el modelo sería una catástrofe. Pero los cuatro años transcurridos desde que la ley se aprobó se empeñan en decir lo contrario, y que, mientras las mujeres siguen muriendo con implacable cadencia, los efectos derivados de la tosquedad procesal con la que se trata la violencia doméstica obligan a cuestionarse hasta qué punto es sostenible y positivo el extremismo discriminatorio que rige en esta materia.

Contradecir el tópico discurso que sirve de ungüento para tan dolorosa quemadura sigue siendo imposible. Porque, al igual que en tantas otras cosas, se ha llegado a la conclusión de que discutir es justificar, que los argumentos contra ciertos dogmas son un incentivo para el maltratador, y que, frente a un tema de tanta envergadura, quiebra cualquier debate sobre las garantías judiciales y sobre las causas que originan el penoso estado de cosas en el que nos encontramos. Lo único que se admite es que la ley no es una panacea, y que a base de normas no se paran los asesinos. Pero no se reconoce que hace cuatro años se vendió la idea de un corte radical con una historia maldita que hoy representa una enorme frustración.

Las contundentes cifras de este año, que el doble crimen de Salt acaba de poner de actualidad, vienen a decir que el camino emprendido no es el correcto. Pero todo el sistema mediático que protege el pensamiento único ya empezó a funcionar para que nadie reconozca un error, para que todo el mundo pida paciencia, para que la culpa recaiga en la escasez de medios, y para que, no pudiendo medir el éxito en función de las muertes evitadas, se mida en relación con las denuncias presentadas, los destierros decretados y las pulseras implantadas.

La desviación que rige el modelo es que una sociedad justa e idílica, como la nuestra, está entreverada por cuatro malvados que disfrutan matando y suicidándose, y que por eso hay que plantear la cosa como una cacería de serpientes venenosas a las que hay que ganarle la maniobra -de forma civilizada- antes de que nos piquen. Pero yo creo que no es así, y que, al margen del cupo de locos y asesinos que nos toca por millón de habitantes, tenemos graves fallos estructurales y mal diagnosticados que alimentan esta ola de sangre que nos ahoga. La vigente ley, que no ha erradicado ninguna de las causas del problema, está agravando ciertos desajustes. Y, aunque lo que se tiene por correcto es decir que todo va de maravilla y por la senda prevista, las mujeres siguen muriendo como antes, en medio de un desorden moral y jurídico que nadie quiere analizar, ni reponer.

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