sábado, 10 de abril de 2010

XOSE LUÍS BARREIRO: A TORRE VIXÍA

LA VERDAD SOBRE EL CASO GARZÓN
La Voz de Galicia
Sábado 10 de abril de 2010



A Garzón no lo van a juzgar por investigar los crímenes del franquismo, sino por haberse declarado competente en ese caso sabiendo que no lo era. El problema viene de viejo, hasta el punto de forzar al Gobierno y al Parlamento a intervenir en contra de aquella bola de nieve -juzgar al sursum corda, en el ámbito de la Vía Láctea y dentro de la Era cristiana- a la que se le dio el pomposo nombre de «justicia universal», siguiendo un modelo que solo servía para aumentar el brillo de los instructores a costa de acumular basura sobre los juzgadores.

Si el caso Garzón se contempla aislado, y se compara con sus posibles consecuencias, podría decirse que estamos ante un proceso injusto por desmesurado, y a ello se acogen los numerosos jueces estrella que, haciendo pura demagogia, tratan de intimidar a los jueces del Supremo en defensa de Garzón. Pero si el problema se analiza dentro de su contexto, parece evidente que el caso Garzón no es más que un enfrentamiento a muerte entre dos formas de entender la figura del juez: los que creen -como Varela- que el juez solo está para instruir casos y dictar sentencias de acuerdo con las leyes, primando la función de juzgar correctamente sobre la de resolver los problemas de la humanidad; y los que creen -como Garzón- que la justicia es una forma sui generis de gobernar el mundo, y que, más allá de la monótona y funcionarial tarea de juzgar a presuntos delincuentes, prevalece el intento de acabar con el terrorismo, eliminar a los dictadores, erradicar la coca, meter en cintura a los malos Gobiernos y procesar al Papa por los abusos sexuales de los curas irlandeses.

Por eso son tan distintas las actuaciones de Varela y Garzón. Porque, mientras el primero se limita a hacer su trabajo de juez, Garzón quiere forzar todos los procesos -en materia y en ámbito- para suplir las carencias de los Gobiernos, la lentitud y la falta de perspectiva de los Parlamentos y las ineficiencias de la policía. Y por eso lleva toda su vida instruyendo causas en las que la criminalidad se extiende por pura capilaridad -como sucede en su lucha contra ETA-, la competencia es sideral, el tiempo no existe, y todos los dictadores o criminales de guerra están al alcance de la Audiencia Nacional española.

La conclusión es que Varela solo se equivocó al elegir la causa y el momento para actuar, pero no en el hecho de enfrentarse a esta concepción del juez -verdadera dictadura- que, en vez de hacer justicia, decide salvar el mundo. Y pobres de nosotros si pierde Varela -que puede ser- y queda el garzonismo inmunizado para siempre. Porque los salvadores suelen ser injustos, y porque un buen juez desbocado no lo hace mejor que un buen caballo desbocado.