Por qué queremos a Chéjov
ELVIRA LINDO
EL PAÍS 21/08/2010
El último adiós a Chéjov estuvo marcado por un quiebro cómico. Su cuerpo inerte, procedente de un balneario alemán, entraba en la estación de Moscú en un vagón de ostras. Aquellos que le esperaban se equivocaron de muerto y se unieron a la comitiva que honraba a un general, con orquesta incluida. Su amigo, el escritor Máximo Gorki, lamentó que aquella anécdota tragicómica rubricara la vida de quien tanto había huido de la vulgaridad. Cierto, pero también lo es que la melancolía chejoviana está impregnada de ese humor con el que empezó a ganarse la vida, escribiendo historietas cómicas bajo el seudónimo de Antosha Chejonte. Él reivindicó la ironía tanto en los cuentos posteriores como en su teatro, luchando porque los actores interpretaran sin énfasis y sin olvidar que un aliento de comicidad vibra, como en la vida, por debajo de la tragedia. Chéjov no quiso verse nunca a sí mismo en el papel del muerto, sino en el del hombre que observa la comitiva fúnebre y reflexiona: "Mientras a ti te llevan al cementerio, yo me iré a desayunar". Un tozudo apego a la vida en quien estuvo esquivando el destino fatal de los tuberculosos durante un tercio de la suya.
La muerte de Chéjov en el balneario de Badenweiler ha sido una de las más contadas de la historia de la literatura. Los testigos, Olga Knipper, la actriz que consiguió acabar con su empecinada soltería, el médico del balneario y un estudiante ruso al que Olga pidió ayuda. El doctor, sabiendo que la muerte era inevitable, pidió una botella de champán. Chéjov apuró su copa y dijo, "hacía tanto que no bebía champán". Se recostó en la cama y cerró los ojos. La ligereza de la escena encajan bien con este hombre dulce, algo distante, "delicado como una muchacha", como lo definió Tolstói. El escritor Raymond Carver, que tanto debía al cuentista ruso, escribió un cuento, Tres rosas amarillas, en el que se narra esta escena de la muerte. El relato tiene tales visos de realidad que, otra ironía chejoviana, las biografías publicadas con posterioridad al cuento incluyen detalles inventados por el americano.
No es extraña la veneración de Carver hacia el ruso. Se podría afirmar que el país en el que de manera más profunda caló la prosa directa y pura de Chéjov fue Estados Unidos, donde lo prolijo y lo pomposo no gozan de prestigio. La falta de artificio y la nula idealización de los personajes son los pilares de esa plantilla que Chéjov dejó escrita para que sobre ella se escribiera el relato americano. Pero la admiración de los chejovianos hacia Chéjov no se detiene sólo en lo literario. Si Carver escribió sobre la muerte del escritor fue, probablemente, porque llevaba tiempo sumergido en las peripecias de una vida que estuvo marcada, desde su origen, por la rebeldía hacia lo que parece estar escrito sobre un ser humano desde el nacimiento. Chéjov, nieto de un siervo que compró su libertad, tuvo siempre una clara conciencia de que el escritor de clase alta da la libertad por garantizada, mientras que aquel que nace en la miseria ha de ganársela a pulso. Aquel hijo de tendero, tercero de seis hermanos, se convirtió en el cabeza de familia, estudió medicina para acabar practicándola de manera casi gratuita y empezó a ganarse la vida escribiendo de encargo y sin sentirse del todo parte del universo literario.
El héroe chejoviano está lleno de buenas intenciones que se ven lastradas por la torpeza, la inactividad o el destino. Es posible que esa falta de arrojo tuviera una fuente de inspiración en sus hermanos mayores, que malgastaron su talento en el alcohol, y que esa pereza que condena a sus personajes a un destino no deseado fuera la manera en que él, que tanto hizo por transformar su vida, veía a la burguesía rusa: cultos pero ensimismados en una autocrítica estéril. Chéjov no tiene voluntad de explicar el mundo, sin embargo, cuando el lector se entrega a su literatura acaba teniendo la sensación de entender cuál era el estado de ánimo colectivo que precedió a la Rusia soviética. El escritor Vasili Grossman hablaba de la democracia de Chéjov. Se refería a la aspiración de aquel nieto de esclavo por vivir en un país libre, más justo y laborioso. Frente a las ideas absolutas de Tolstói, Chéjov defendía los efectos benéficos de la ciencia y el progreso. ¿Por qué queremos tanto a Chéjov? Porque es el paradigma del escritor moderno, no juzga a los personajes, les deja hablar en su propio lenguaje, concede voz a los débiles, a los niños, a los presos, a las mujeres, o defiende la naturaleza y los animales con una actitud hasta el momento desconocida.
"Lo más sagrado es, para mí, el ser humano, la salud, la inteligencia, el talento, la inspiración, el amor y la más absoluta libertad, libertad de la violencia y la mentira en cualquiera de sus formas. Este es el programa que me gustaría seguir si fuera un gran artista".
Sin ninguna duda, lo fue.
sábado, 21 de agosto de 2010
jueves, 5 de agosto de 2010
X.L. BARREIRO / IRAK
XOSE LOIS BARREIRO / A TORRE VIXÍA
LA VOZ DE GALICIA
Jueves 05 de agosto de 2010
LA OPROBIOSA DERROTA DE IRAK.
El día 31 de agosto se consumará oficialmente la oprobiosa derrota de Irak. Derrota, afirmo, porque la fanfarrona coalición de las Azores, y sus acomplejados acólitos, no consiguieron ni uno solo de sus objetivos; y porque, después de causar un millón de muertos, tres millones de desplazados, destruir un Estado y sumir en la miseria a un país entero, lo que dejamos allí es guerra, terrorismo, fundamentalismo, una dictadura apenas disimulada, y todo el Medio Oriente convertido en un polvorín. Y oprobiosa, insisto, porque así se debe calificar un conflicto que se inició sin declaración de guerra, basándose en mentiras gruesas y criminales, burlando a la ONU y a los aliados tradicionales de Estados Unidos, y enseñando -con la vengativa ejecución de Sadam Huseín, las torturas de Abu Ghraib, la corrupción de las contratas de reconstrucción, el latrocinio de museos y petróleo, y todo lo que denuncian las filtraciones de Wikileaks- la peor y la más tópica de las caras del imperialismo occidental.
Tras la alocada orden de ataque de Bush -que solo pensaba en remilitarizar el mundo, dolarizar el Medio Oriente, controlar el petróleo y ponerle fin al sueño europeo- le toca a Barack Obama la triste misión de reconocer el desastre y ordenar la retirada. Y por eso sería un error muy grave e injusto que, habiendo tragado con el trío de las Azores y con todos los yuppies y cracs de la nueva economía -cuyo complejo pensamiento se resumió en que «algo había que hacer después del ataque a las Torres Gemelas»-, la opinión pública mundial le trasladase al primer negro de la Casa Blanca los costes de un conflicto criminal y fracasado que debería avergonzar y estigmatizar a los que colaboraron por acción u omisión en la perpetración de esta carnicería.
Por eso es necesario que interpretemos el segundo fin de la guerra -porque el primero ya lo celebró George Bush hace siete años en el portaviones Abraham Lincoln- en sus términos más crudos y desgarradores. Y para eso hay que asimilar que todos los ejércitos que fueron allí -también el nuestro- participaron en una aventura imperialista de la peor calaña; que todos -cada cual en su medida- fueron derrotados; que carecemos de modelos de intervención y pacificación que sean aplicables al mundo actual; que no tenemos nada que hacer -ni autoridad moral para intentarlo- frente a situaciones como la de Pakistán e Irán; y que tampoco tenemos hoja de ruta para restaurar la maltrecha ONU y reiniciar el proceso de construcción de una política internacional pluralista y de inspiración democrática.
La guerra se ha perdido en todos los frentes. Y, aunque la lejanía minimice la tragedia, sería suicida no anotar esta derrota en la historia de Occidente.
LA VOZ DE GALICIA
Jueves 05 de agosto de 2010
LA OPROBIOSA DERROTA DE IRAK.
El día 31 de agosto se consumará oficialmente la oprobiosa derrota de Irak. Derrota, afirmo, porque la fanfarrona coalición de las Azores, y sus acomplejados acólitos, no consiguieron ni uno solo de sus objetivos; y porque, después de causar un millón de muertos, tres millones de desplazados, destruir un Estado y sumir en la miseria a un país entero, lo que dejamos allí es guerra, terrorismo, fundamentalismo, una dictadura apenas disimulada, y todo el Medio Oriente convertido en un polvorín. Y oprobiosa, insisto, porque así se debe calificar un conflicto que se inició sin declaración de guerra, basándose en mentiras gruesas y criminales, burlando a la ONU y a los aliados tradicionales de Estados Unidos, y enseñando -con la vengativa ejecución de Sadam Huseín, las torturas de Abu Ghraib, la corrupción de las contratas de reconstrucción, el latrocinio de museos y petróleo, y todo lo que denuncian las filtraciones de Wikileaks- la peor y la más tópica de las caras del imperialismo occidental.
Tras la alocada orden de ataque de Bush -que solo pensaba en remilitarizar el mundo, dolarizar el Medio Oriente, controlar el petróleo y ponerle fin al sueño europeo- le toca a Barack Obama la triste misión de reconocer el desastre y ordenar la retirada. Y por eso sería un error muy grave e injusto que, habiendo tragado con el trío de las Azores y con todos los yuppies y cracs de la nueva economía -cuyo complejo pensamiento se resumió en que «algo había que hacer después del ataque a las Torres Gemelas»-, la opinión pública mundial le trasladase al primer negro de la Casa Blanca los costes de un conflicto criminal y fracasado que debería avergonzar y estigmatizar a los que colaboraron por acción u omisión en la perpetración de esta carnicería.
Por eso es necesario que interpretemos el segundo fin de la guerra -porque el primero ya lo celebró George Bush hace siete años en el portaviones Abraham Lincoln- en sus términos más crudos y desgarradores. Y para eso hay que asimilar que todos los ejércitos que fueron allí -también el nuestro- participaron en una aventura imperialista de la peor calaña; que todos -cada cual en su medida- fueron derrotados; que carecemos de modelos de intervención y pacificación que sean aplicables al mundo actual; que no tenemos nada que hacer -ni autoridad moral para intentarlo- frente a situaciones como la de Pakistán e Irán; y que tampoco tenemos hoja de ruta para restaurar la maltrecha ONU y reiniciar el proceso de construcción de una política internacional pluralista y de inspiración democrática.
La guerra se ha perdido en todos los frentes. Y, aunque la lejanía minimice la tragedia, sería suicida no anotar esta derrota en la historia de Occidente.
miércoles, 4 de agosto de 2010
ISRAEL OCULTA SU HISTORIA
Gilad Atzmon: Israel Cannot Handle Its Past
Saturday, July 31, 2010 at 11:37PM
Israel cannot handle its past. Israeli PM Benjamin Netanyahu decided this week to extend from 50 to 70 years the time state archives remain classified. Israel realizes that it has too much to hide.
Haaretz reported this week (in its Hebrew edition only), that the first documents will be released to the public only in 2018 (1948+70). Many of the documents that are stored in the archive are relevant to the history of the first 20 years of the Jewish state: the mass expulsion of the Palestinian people, the massacres in Deir Yassin, Tantura and many others, the 1956 Suez conflict, the Israeli nuclear project and so on. Disclosing such documents may bring to light some facts that could “shatter myths and cause embarrassment to many entities and individuals” said the Israeli paper. I guess that president Shimon Peres is one of those ‘many individuals’.
In my latest work I elaborated on the concerning fact that history is foreign to the Jewish religion, ideology and politics. Israeli and Jewish history are set as phantasmic tales. Facts and historical documents are either pushed aside, shoved under the carpet, eliminated or simply destroyed. As we all know, truth seeking is interpreted by Israelis and Zionist as anti Semitism or even holocaust denial.
As it seems, 50 years were not enough for Israel to tackle its original sin. The reason is simple, the crimes that are entangled with the foundation of the Jewish state have never been resolved. Millions of Palestinian refugees are still awaiting to return to their land. Israel is still driven by racist and supremacist laws. The Jewish state has never matured from its lethal philosophy of constant physical intimidation. Consequently, the IDF, the Mossad and the security services mounted pressure on the government to extend the classification status of these 50 year old documents. And no surprise, Netanyahu has provided the required extension.
Haaretz pointed out that it is slightly peculiar that PM Netanyahu, the son of Benzion Netanyahu, a Zionist historian, gave his hand to a crude attempt to conceal historical research and truth seeking. I read Benzion Netanyahu, I actually learned a lot from him. Benzion wasn’t exactly an ordinary historian, he was a Zionist historian (as opposed to a historian of Zionism). He was there to give the Jewish national aspiration a contextual pseudo academic meaning. PM Netanyahu's decision to hide facts for another 20 years is actually in line with his father’s philosophy.
A disclosure of the truth regarding Israel's early days would reveal that the Jewish state was a murderous lethal attempt from its very beginning. As much as Zionist and Israeli leaders vowed publicly to make Jews ‘people like all other people’, behind closed doors they commanded their army and secret services to kill like their imaginary Biblical forefathers.
I would argue that from a historical perspective, Israel can keep sitting on its secret files as long as it wants. We do not really need the Israeli archive in order to examine the true murderous meaning of the Jewish state and the Jewish national project. However, the fact that Israel insists on hiding its past, means that there is a little bit of shame and consciousness left in this tribal collective. This is actually a positive sign.
Saturday, July 31, 2010 at 11:37PM
Israel cannot handle its past. Israeli PM Benjamin Netanyahu decided this week to extend from 50 to 70 years the time state archives remain classified. Israel realizes that it has too much to hide.
Haaretz reported this week (in its Hebrew edition only), that the first documents will be released to the public only in 2018 (1948+70). Many of the documents that are stored in the archive are relevant to the history of the first 20 years of the Jewish state: the mass expulsion of the Palestinian people, the massacres in Deir Yassin, Tantura and many others, the 1956 Suez conflict, the Israeli nuclear project and so on. Disclosing such documents may bring to light some facts that could “shatter myths and cause embarrassment to many entities and individuals” said the Israeli paper. I guess that president Shimon Peres is one of those ‘many individuals’.
In my latest work I elaborated on the concerning fact that history is foreign to the Jewish religion, ideology and politics. Israeli and Jewish history are set as phantasmic tales. Facts and historical documents are either pushed aside, shoved under the carpet, eliminated or simply destroyed. As we all know, truth seeking is interpreted by Israelis and Zionist as anti Semitism or even holocaust denial.
As it seems, 50 years were not enough for Israel to tackle its original sin. The reason is simple, the crimes that are entangled with the foundation of the Jewish state have never been resolved. Millions of Palestinian refugees are still awaiting to return to their land. Israel is still driven by racist and supremacist laws. The Jewish state has never matured from its lethal philosophy of constant physical intimidation. Consequently, the IDF, the Mossad and the security services mounted pressure on the government to extend the classification status of these 50 year old documents. And no surprise, Netanyahu has provided the required extension.
Haaretz pointed out that it is slightly peculiar that PM Netanyahu, the son of Benzion Netanyahu, a Zionist historian, gave his hand to a crude attempt to conceal historical research and truth seeking. I read Benzion Netanyahu, I actually learned a lot from him. Benzion wasn’t exactly an ordinary historian, he was a Zionist historian (as opposed to a historian of Zionism). He was there to give the Jewish national aspiration a contextual pseudo academic meaning. PM Netanyahu's decision to hide facts for another 20 years is actually in line with his father’s philosophy.
A disclosure of the truth regarding Israel's early days would reveal that the Jewish state was a murderous lethal attempt from its very beginning. As much as Zionist and Israeli leaders vowed publicly to make Jews ‘people like all other people’, behind closed doors they commanded their army and secret services to kill like their imaginary Biblical forefathers.
I would argue that from a historical perspective, Israel can keep sitting on its secret files as long as it wants. We do not really need the Israeli archive in order to examine the true murderous meaning of the Jewish state and the Jewish national project. However, the fact that Israel insists on hiding its past, means that there is a little bit of shame and consciousness left in this tribal collective. This is actually a positive sign.
martes, 3 de agosto de 2010
ILAN PAPPÉ / EL INSALVABLE ESCOLLO PARA LA PAZ
ILAN PAPPÉ
EL PAÍS 03/08/2010
Quizá ahora y desde una perspectiva más tranquila resulte más sencillo hablar de lo acaecido con la flotilla de Gaza. Hay sin embargo algo que sigue siendo difícil de explicar: la enorme distancia que existe entre la percepción israelí de los hechos y la que tiene el resto del mundo. Cuando se leen las respuestas dadas por políticos y ciudadanos israelíes a los muchos interrogantes planteados es inevitable asombrarse por lo mucho que recuerdan a las de los líderes sudafricanos de los años setenta: no nos preocupa lo que pueda pensar el mundo, para Sudáfrica el sistema del apartheid es el más conveniente.
Así, mientras que todo el mundo parece haberse puesto de acuerdo en calificar el ataque israelí como una violación descarada de las leyes internacionales, la opinión de la población y el Estado de Israel va justo en el sentido contrario. Y mientras Occidente se empeña en subrayar la ilegalidad manifiesta del bloqueo como causa primera y origen de este conflicto, Israel insiste en mantenerlo a toda costa, al tiempo que implementa una serie de medidas destinadas no solo a reforzarlo sino a conseguir el estrangulamiento de la zona.
Estas diferencias pueden verse incluso en los adjetivos utilizados por los medios y los políticos israelíes: según ellos no se trata de una flotilla "pacífica", sino más bien de un grupo de fanáticos partidarios de Al Qaeda cuya única obsesión consiste en destruir al Estado de Israel. Pero ¿qué pasa si los ciudadanos palestinos de Israel deciden apoyar a la flotilla como de hecho hicieron algunos? Pues pasa que respetables personas se transforman ipso facto en cómplices necesarios de los terroristas. El sangriento abordaje desencadenó también toda una serie de turbias maniobras ya que, automáticamente, el Gobierno se lanzó a promulgar distintas medidas cuyo único objetivo parece ser la deslegitimación de todos los ciudadanos israelíes de origen palestino con la intención declarada de privarles de su ciudadanía y, de paso, acabar también con los judíos israelíes que hubiesen apoyado a la flotilla y/o al BDS (Movimiento por el Boicot, Sanciones y Desinversiones contra el Estado de Israel).
Por eso, en lugar de seguir dando vueltas al problema de la flotilla, lo que la opinión internacional debería hacer es revisar la postura que mantiene con respecto a Israel, puesto que es ahí, precisamente ahí, donde subyace el principal obstáculo para la paz. A continuación, me gustaría explicar brevemente el proceso que llevó a la decisión de atacar la flotilla.
En lo más alto de las jerarquías política y militar del Estado de Israel sobresalen dos nombres: Ehud Barak y Benjamín Netanyahu. Son los que están detrás del brutal ataque que dejó noqueado a medio mundo y escandalizado al otro medio, acción que el Gobierno y la prensa israelíes decidieron disfrazar como un simple acto de autodefensa para mejor explicárselo a su público. Aunque uno de ellos procede de la izquierda (Barak, ministro de Defensa, es del Partido Laborista) y el otro, de la derecha (Netanyahu, el presidente), su opinión sobre Gaza y la flotilla se basan en la misma manera de ver el mundo.
Durante cierto tiempo, Barak sirvió como comandante bajo las órdenes de Netanyahu en un cuerpo militar equivalente a lo que hoy conocemos como los marines americanos. Ambos formaron parte también de una unidad idéntica a la que en junio asaltó el barco turco. Por lo que se refiere a la franja de Gaza, su forma de pensar la comparten prominentes miembros de la élite militar y la mayoría del electorado judío.
Por lo demás, todos sabemos que Hamás fue el único Gobierno del mundo árabe elegido de forma democrática. Pues bien, nada más nacer decidieron eliminarlo, primero del mapa político y, después, del militar. ¿Razones? Para empezar, porque sigue en la brecha resistiendo desde 1967, fecha en la que Israel ocupó toda Cisjordania y la franja de Gaza, y resiste no solo lanzando cohetes, casi siempre en respuesta a la muerte de alguno de sus activistas en manos del Ejército israelí, sino también y sobre todo, negándose a aceptar "la clase de paz" que Israel quiere imponerles.
Por lo que respecta a la élite política israelí, esa clase de paz forzada no parece negociable; consiste, más o menos, en entregar a los palestinos un control y soberanía limitados sobre la franja de Gaza y ciertas partes de Cisjordania exigiendo como contrapartida que abandonen la lucha por la independencia y la liberación de su tierra y se contenten con esos tres pequeños bantustanes que seguirían además bajo férreo control israelí.
Así pues, el Gobierno israelí defiende la idea de que Hamás es el obstáculo principal para conseguir esa clase de paz y se trata por lo tanto de eliminarlo. A partir de ahí, la estrategia declarada del Gobierno de Israel consiste en matar de hambre al millón y medio de palestinos que sobreviven en una de las zonas más densamente pobladas del mundo.
El bloqueo se inició en 2006 con la supuesta intención de animar a los habitantes de Gaza a sustituir el actual Gobierno de Hamás por otro que aceptase al pie de la letra los dictados de Israel o que, en su defecto, se sometiera a las exigencias de la más que resignada Autoridad Palestina con sede en Ramallah. Es entonces cuando se produce el secuestro del soldado Gilad Shalit y, como respuesta, el bloqueo se endurece todavía más. Hoy incluye la prohibición de importar todo lo que no sea indispensable para sobrevivir malamente.
Tanto Barak como Netanyahu saben de sobra que este bloqueo no conseguirá mover un ápice la posición de Hamás; es más, puede que incluso estén de acuerdo con el primer ministro británico, David Cameron, cuando afirma que en vez de debilitarlo lo único que consiguen estas medidas es reforzarlo. Y esto es algo que tanto a Barak como a Netanyahu les tiene sin cuidado.
El equipo Barak-Lieberman-Netanyahu no puede responder de otra manera a la realidad de Palestina e Israel porque, simplemente, no sabe. Es por eso que recurren a la fuerza bruta como el único medio de imponer su voluntad utilizando, tanto dentro como fuera de las fronteras del Estado, una propaganda frenética que disfraza sus terribles acciones de un simple derecho a la autodefensa, al tiempo que se esfuerza muy especialmente en demonizar, no solo a los habitantes de Gaza sino también a todos aquellos que acuden en su ayuda, calificándoles de terroristas.
Su estrategia real no declarada es continuar por el mismo camino. En tanto la comunidad internacional no despierte de su sopor, el mundo árabe no reaccione, Gaza siga estrangulada, la economía israelí produzca dividendos y el electorado acepte el absoluto dominio de lo militar sobre sus vidas, el conflicto y la opresión de los palestinos permanecerá como el único horizonte en el pasado, el presente y el futuro de sus vidas. Incluso el vicepresidente norteamericano, Joe Biden, fue humillado cuando se permitieron anunciar ante sus mismas narices la construcción de 1.600 nuevas casas en Ramat Sholomo, el distrito de Jerusalén en disputa, justo el día en que había llegado allí para proponer la congelación de los asentamientos.
Sin embargo, sería un error asumir que el indiscriminado apoyo de los americanos y la débil respuesta de los europeos a la política criminal de Israel sobre Gaza son las razones que sustentan el bloqueo impuesto a Gaza. Lo que probablemente resulta más difícil de explicar al mundo es cuán profundamente se encuentra enraizada en la psique israelí este tipo de actitudes, esta desafiante mentalidad.
Hoy la respuesta internacional se basa en la fútil creencia de que habrá todavía más concesiones por parte palestina, si consiguen prolongar el diálogo con la élite política israelí y las cancillerías occidentales están de acuerdo en creer que la solución de los dos Estados está a la vuelta de la esquina, siempre que nos pongamos de acuerdo para realizar un último esfuerzo.
Nada más lejos de la realidad que un escenario tan optimista como este: cualquier posible solución que fuera aceptable para Israel sería precisamente aquella que ni la más que domesticada Autoridad Palestina ni, por supuesto, Hamás, aceptarían nunca: el fin de la resistencia a cambio del derecho a vivir encarcelados en unos pocos enclaves.
De manera que antes de poder plantearnos otras alternativas -la de un solo Estado democrático donde pudieran vivir juntos judíos y palestinos, que es la que personalmente yo defiendo-, antes incluso de poder explorar nuevas posibilidades para una aplicación más viable de la "solución de los dos Estados", tendríamos que empezar por cambiar la mentalidad del pueblo israelí y de sus dirigentes. Porque es esa mentalidad y su forma de aprehender la realidad la mayor y más insalvable de todas las barreras, si lo que queremos es alcanzar una verdadera reconciliación en la desgarrada tierra de Israel y Palestina.
Ilan Pappé, historiador israelí, preside el Departamento de Historia en la Universidad de Exeter y es codirector del Centro de Estudios Etno-Políticos de Exeter. Su último libro publicado en España es La limpieza étnica de Palestina (Crítica). Traducción de Pilar Salamanca.
EL PAÍS 03/08/2010
Quizá ahora y desde una perspectiva más tranquila resulte más sencillo hablar de lo acaecido con la flotilla de Gaza. Hay sin embargo algo que sigue siendo difícil de explicar: la enorme distancia que existe entre la percepción israelí de los hechos y la que tiene el resto del mundo. Cuando se leen las respuestas dadas por políticos y ciudadanos israelíes a los muchos interrogantes planteados es inevitable asombrarse por lo mucho que recuerdan a las de los líderes sudafricanos de los años setenta: no nos preocupa lo que pueda pensar el mundo, para Sudáfrica el sistema del apartheid es el más conveniente.
Así, mientras que todo el mundo parece haberse puesto de acuerdo en calificar el ataque israelí como una violación descarada de las leyes internacionales, la opinión de la población y el Estado de Israel va justo en el sentido contrario. Y mientras Occidente se empeña en subrayar la ilegalidad manifiesta del bloqueo como causa primera y origen de este conflicto, Israel insiste en mantenerlo a toda costa, al tiempo que implementa una serie de medidas destinadas no solo a reforzarlo sino a conseguir el estrangulamiento de la zona.
Estas diferencias pueden verse incluso en los adjetivos utilizados por los medios y los políticos israelíes: según ellos no se trata de una flotilla "pacífica", sino más bien de un grupo de fanáticos partidarios de Al Qaeda cuya única obsesión consiste en destruir al Estado de Israel. Pero ¿qué pasa si los ciudadanos palestinos de Israel deciden apoyar a la flotilla como de hecho hicieron algunos? Pues pasa que respetables personas se transforman ipso facto en cómplices necesarios de los terroristas. El sangriento abordaje desencadenó también toda una serie de turbias maniobras ya que, automáticamente, el Gobierno se lanzó a promulgar distintas medidas cuyo único objetivo parece ser la deslegitimación de todos los ciudadanos israelíes de origen palestino con la intención declarada de privarles de su ciudadanía y, de paso, acabar también con los judíos israelíes que hubiesen apoyado a la flotilla y/o al BDS (Movimiento por el Boicot, Sanciones y Desinversiones contra el Estado de Israel).
Por eso, en lugar de seguir dando vueltas al problema de la flotilla, lo que la opinión internacional debería hacer es revisar la postura que mantiene con respecto a Israel, puesto que es ahí, precisamente ahí, donde subyace el principal obstáculo para la paz. A continuación, me gustaría explicar brevemente el proceso que llevó a la decisión de atacar la flotilla.
En lo más alto de las jerarquías política y militar del Estado de Israel sobresalen dos nombres: Ehud Barak y Benjamín Netanyahu. Son los que están detrás del brutal ataque que dejó noqueado a medio mundo y escandalizado al otro medio, acción que el Gobierno y la prensa israelíes decidieron disfrazar como un simple acto de autodefensa para mejor explicárselo a su público. Aunque uno de ellos procede de la izquierda (Barak, ministro de Defensa, es del Partido Laborista) y el otro, de la derecha (Netanyahu, el presidente), su opinión sobre Gaza y la flotilla se basan en la misma manera de ver el mundo.
Durante cierto tiempo, Barak sirvió como comandante bajo las órdenes de Netanyahu en un cuerpo militar equivalente a lo que hoy conocemos como los marines americanos. Ambos formaron parte también de una unidad idéntica a la que en junio asaltó el barco turco. Por lo que se refiere a la franja de Gaza, su forma de pensar la comparten prominentes miembros de la élite militar y la mayoría del electorado judío.
Por lo demás, todos sabemos que Hamás fue el único Gobierno del mundo árabe elegido de forma democrática. Pues bien, nada más nacer decidieron eliminarlo, primero del mapa político y, después, del militar. ¿Razones? Para empezar, porque sigue en la brecha resistiendo desde 1967, fecha en la que Israel ocupó toda Cisjordania y la franja de Gaza, y resiste no solo lanzando cohetes, casi siempre en respuesta a la muerte de alguno de sus activistas en manos del Ejército israelí, sino también y sobre todo, negándose a aceptar "la clase de paz" que Israel quiere imponerles.
Por lo que respecta a la élite política israelí, esa clase de paz forzada no parece negociable; consiste, más o menos, en entregar a los palestinos un control y soberanía limitados sobre la franja de Gaza y ciertas partes de Cisjordania exigiendo como contrapartida que abandonen la lucha por la independencia y la liberación de su tierra y se contenten con esos tres pequeños bantustanes que seguirían además bajo férreo control israelí.
Así pues, el Gobierno israelí defiende la idea de que Hamás es el obstáculo principal para conseguir esa clase de paz y se trata por lo tanto de eliminarlo. A partir de ahí, la estrategia declarada del Gobierno de Israel consiste en matar de hambre al millón y medio de palestinos que sobreviven en una de las zonas más densamente pobladas del mundo.
El bloqueo se inició en 2006 con la supuesta intención de animar a los habitantes de Gaza a sustituir el actual Gobierno de Hamás por otro que aceptase al pie de la letra los dictados de Israel o que, en su defecto, se sometiera a las exigencias de la más que resignada Autoridad Palestina con sede en Ramallah. Es entonces cuando se produce el secuestro del soldado Gilad Shalit y, como respuesta, el bloqueo se endurece todavía más. Hoy incluye la prohibición de importar todo lo que no sea indispensable para sobrevivir malamente.
Tanto Barak como Netanyahu saben de sobra que este bloqueo no conseguirá mover un ápice la posición de Hamás; es más, puede que incluso estén de acuerdo con el primer ministro británico, David Cameron, cuando afirma que en vez de debilitarlo lo único que consiguen estas medidas es reforzarlo. Y esto es algo que tanto a Barak como a Netanyahu les tiene sin cuidado.
El equipo Barak-Lieberman-Netanyahu no puede responder de otra manera a la realidad de Palestina e Israel porque, simplemente, no sabe. Es por eso que recurren a la fuerza bruta como el único medio de imponer su voluntad utilizando, tanto dentro como fuera de las fronteras del Estado, una propaganda frenética que disfraza sus terribles acciones de un simple derecho a la autodefensa, al tiempo que se esfuerza muy especialmente en demonizar, no solo a los habitantes de Gaza sino también a todos aquellos que acuden en su ayuda, calificándoles de terroristas.
Su estrategia real no declarada es continuar por el mismo camino. En tanto la comunidad internacional no despierte de su sopor, el mundo árabe no reaccione, Gaza siga estrangulada, la economía israelí produzca dividendos y el electorado acepte el absoluto dominio de lo militar sobre sus vidas, el conflicto y la opresión de los palestinos permanecerá como el único horizonte en el pasado, el presente y el futuro de sus vidas. Incluso el vicepresidente norteamericano, Joe Biden, fue humillado cuando se permitieron anunciar ante sus mismas narices la construcción de 1.600 nuevas casas en Ramat Sholomo, el distrito de Jerusalén en disputa, justo el día en que había llegado allí para proponer la congelación de los asentamientos.
Sin embargo, sería un error asumir que el indiscriminado apoyo de los americanos y la débil respuesta de los europeos a la política criminal de Israel sobre Gaza son las razones que sustentan el bloqueo impuesto a Gaza. Lo que probablemente resulta más difícil de explicar al mundo es cuán profundamente se encuentra enraizada en la psique israelí este tipo de actitudes, esta desafiante mentalidad.
Hoy la respuesta internacional se basa en la fútil creencia de que habrá todavía más concesiones por parte palestina, si consiguen prolongar el diálogo con la élite política israelí y las cancillerías occidentales están de acuerdo en creer que la solución de los dos Estados está a la vuelta de la esquina, siempre que nos pongamos de acuerdo para realizar un último esfuerzo.
Nada más lejos de la realidad que un escenario tan optimista como este: cualquier posible solución que fuera aceptable para Israel sería precisamente aquella que ni la más que domesticada Autoridad Palestina ni, por supuesto, Hamás, aceptarían nunca: el fin de la resistencia a cambio del derecho a vivir encarcelados en unos pocos enclaves.
De manera que antes de poder plantearnos otras alternativas -la de un solo Estado democrático donde pudieran vivir juntos judíos y palestinos, que es la que personalmente yo defiendo-, antes incluso de poder explorar nuevas posibilidades para una aplicación más viable de la "solución de los dos Estados", tendríamos que empezar por cambiar la mentalidad del pueblo israelí y de sus dirigentes. Porque es esa mentalidad y su forma de aprehender la realidad la mayor y más insalvable de todas las barreras, si lo que queremos es alcanzar una verdadera reconciliación en la desgarrada tierra de Israel y Palestina.
Ilan Pappé, historiador israelí, preside el Departamento de Historia en la Universidad de Exeter y es codirector del Centro de Estudios Etno-Políticos de Exeter. Su último libro publicado en España es La limpieza étnica de Palestina (Crítica). Traducción de Pilar Salamanca.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)